Smartphones que nos ofrecen un mundo de opciones de consumo al alcance de nuestra mano; Pulseras que miden nuestra actividad corporal, el ejercicio que practicamos y que calculan las calorías que ingerimos (si cargamos dicha info en la app de nuestro smartphone), o el tiempo que dormimos y su calidad (registrable por la reducción de actividad física durante dichos períodos); Neveras que controlan las existencias de nuestros productos habituales y encargan aquello que consumimos; Automóviles de conducción autónoma que no requieren de nuestra interacción con el volante… Son todos ellos retos para la industria aseguradora y que afectarán también al corredor de seguros.
Por una parte, las entidades aseguradoras o las agencias de suscripción explotarán las masas ingentes de datos para conocer mejor al cliente de sus productos e intentarán aplicar dicho conocimiento al desarrollo de productos y servicios que se adapten a las mejores experiencias de cada momento.
Por otra, unos consumidores cada vez más exigentes con la inmediatez y calidad de las experiencias interactuando con un mundo que genera información personal y privada que no sabemos cómo se aplicará… ¿Seguro que la información sobre mis hábitos de ejercicio y comida no influenciarán negativamente la prima de renovación de mi seguro de salud? ¿Para qué necesita tanta información personal mi entidad aseguradora y cómo la utilizará? ¿Si tengo un accidente como ocupante (ya no sé si se me puede llamar conductor) de mi vehículo de conducción autónoma por un mal funcionamiento de la máquina.. ¿Será el fabricante el culpable desde el punto de vista de la Responsabilidad Civil?
El cambio de paradigmas ya está llegando y aún es pronto para ver cuál será el resultado final. Habrá que permanecer atento y con la mente abierta a un nuevo mundo de relaciones personales y comerciales.
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